redactorjosé lópez



domingo, 30 de mayo de 2010

hasta el gallego González corría

Calle Pueyrredón era de tierra y la carrera aquella se hizo por ahí, hasta en contra de la cava de Copes, o de los Ansaldi, como se la llamaba el actual Parque de la Agricultura. Ya andaba el "Tano" Atilio Pontarelli por esos años, pergeñando el sueño del "óvalo endiablado" que se conocería más tarde como el Velódromo del Club Ciclista Esperancino.El muchachito de esta historia había venido desde el campo a Esperanza atraído por una programación ciclística para principiantes que se anunciaba, correr era para él una ilusión muy grande. El "Gringo" Yossen nació en Cayastá de familia numerosa, nada menos que 16 hermanos, y llegaron para instalarse en la zona rural de Empalme San Carlos por cuestiones de trabajo. Más tarde se trasladarían a la campiña de Cavour para la atención de un tambo, en la que fue transcurriendo la vida de José, dándole duro al trabajo como "peoncito" y pedaleando en los ratos libres por los caminos de tierra para avivar en solitario una pasión que se agigantaba en su corazón. Aquél día mencionado ganó la carrera de los debutantes con un rodado que tenía puestos los "guardabarros" y el "ojo de gato". Su temple natural se había manifestado con toda la "polenta", y eso no había pasado desapercibido para los que ponen atención en descubrir nuevos talentos. Los hermanos Pontarelli (como José lo recuerda), le ofrecieron una máquina con todo, y pusieron ante sus deslumbrados ojos una "Frejus" y una "Torpado", marcas líderes por entonces, con lo que sus aspiraciones se vieron colmadas. El viejo camino que lleva al río Cululú fue su ruta de entrenamiento, porque allí aprovechaba los arenales y las "repechadas", rigor que le serviría luego en las carreras de rutas comunes y circuitos de tierra, contabilizando para sí una ventaja sobre los demás."Siempre entrené por tierra -nos cuenta- y después agarraba el pavimento y volaba, pero siempre anduve solo, nunca corrí en equipo, me defendía a mí mismo. Como a mis viejos les gustaba este deporte, me ayudaban y por eso iba al frente, le daba con lo que tenía. Otros de mis hermanos incursionaron también en el ciclismo, pero más que nada, a modo de diversión". El futuro que se avizoraba promisorio para el fuerte pedalista que llegó a ser en poco tiempo José, no tuvo la culminación para sus esfuerzos, ya que habiendo empezado a los catorce años, dejó trunco un espacio que había comenzado a escribir entre los grandes de la especialidad a puro coraje en una época de guapos. A los 17, por motivos del corazón, que en este caso llevaban implícito un nombre de mujer, aquella bicicleta depositaria de "sangre, sudor y lágrimas" quedó colgada en un galpón para siempre. Nilda, por entonces su novia y posteriormente esposa hasta hoy, fue el camino de la familia propia y una responsabilidad que el "Gringo" asumió con el mismo empeño con que había encarado un deporte tan duro como el ciclismo. Atrás quedaron rivalidades enconadas que dejaron secuelas de amistad, por ejemplo con "Juancho" Merki, con quien amasara este sentimiento a través de los kilómetros. "A mí me gustaba la tierra, y llevábamos encima uno o dos tubos de repuesto y el inflador, con lo que nos arreglábamos ante cualquier "pinchadura", sin ayuda auxiliar -vuelve a contar José. Con "Goyo" Bologna (fallecido recientemente junto a su máquina), un gran embalador de Humboldt tuvimos encuentros de antología, era un corredor muy fuerte, igual que "Harry" Reinhardt (también fallecido), o Ricardo Minetti de la localidad de Sarmiento, un gran amigo, como todos los que me dio la bicicleta, entre ellos Alcides Polter, con quien de vez en cuando conversamos recordando momentos inolvidables".En aquellos momentos, trasladarse a otros pueblos no era tan sencillo, como podría ser ahora, y los muchachos a veces tenían que llegar pedaleando a las localidades que organizaban las carreras. Luego, los kilómetros y los avatares de la competencia eran aparte, un esfuerzo extra que asimilaban sin "chistar". Santo Domingo, Progreso y distancias similares no hacían "mella" en las ganas de estos verdaderos “paladines" del pedal."A veces los colectiveros no nos querían llevar por las bicicletas. Pero otros nos permitían desarmarlas y ubicarlas en el sector de las valijas. Si había coches que tenían "buche" sobre el techo, allá arriba iban nuestros fierros. Una vez fuimos con César Pozzo hasta Rafaela por ese medio, pero la carrera era en Santa Clara de Buena Vista y hasta allí le dimos a "puro pulmón". Ese día estaban todos los "monstruos" de Córdoba y pensamos que la lucha sería dura, pero pusimos "todo" como lo hacíamos siempre y llegamos 1º y 2º a la bandera final con César. Le dimos una "paliza fantasmal" y nos trajimos el dinero de los embalajes y el premio de la general".-Los recuerdos de José tienen que ver a todas luces, con el entusiasmo que le ponían a los pedales en circuitos bravíos incluso de provincias vecinas, o los caminos de la colonia, cortados en parte por las entradas a las "cremerías", según nos contara. Nosotros nos quedamos con estos relatos extraídos desde la emoción y pintados con un "toque" de picardía. Ese motivo que agita y acelera la osadía de volar sobre dos circunsferencias y un triángulo de fierro, que por obra y magia de una maravillosa imaginación, se llamará eternamente, BICICLETA. (José López) //La fotografía pertenece a las carreras nocturnas que se hacían en el óvalo alrededor de la cancha de Unión. La iluminación era con tubos fluorescentes.

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